Las Hojas Muertas.

sábado, 20 de diciembre de 2008

RECUERDO DEL CASTILLO - ESCALONA


Una por una,
las hojas de los arboles eran huecos,
sonoros repetidores,
de las cuatro herraduras que,
ralentizadas, flotaban apenas,
en la densa niebla,
por los girones de vapor
procedentes de los cuerpos,
aún calientes,
de la secular batalla...

Su cuerpo, cansado y maltrecho,
se mantenía erguido,
parte integrante de un todo,
sobre enhiesta cabalgadura,
y sonámbula...

Manchas de sangre ajena
semejaban pinceladas de vida y muerte,
a salpicones
en la, todavía brillante armadura,
aunque su cuello,
lacerado por el beso traicionero,
frío, de una espada,
inundara su cota de malla
en un mar bermejo,
dolor rubí, con hambre de labios.

Su cabello, hendido de soberbia majestad,
rizaba la noche,
en caracolas de luna ciega...

Mientras, su mirada,
perdida en la estación fría de la muerte,
caminaba ausente
por sus ojos liberados de trabajo.

La humedad helada de la noche,
partía sus labios en mil ríos congelados
y, en su frente,
se agolpaba la escarcha,
en un amanecer que abría las pieles.

Había ganado la contienda,
había sabido morir,
y, su mano, firme,
olvidando que se había marchado,
sujetaba grácilmente la brida,
conduciendo, con suavidad y sin temor,
siglos e historia a sus tejidos.

Azul,
azul era el caballero noble,
y los cielos hablaron en la mañana
un extraño y soberano lenguaje...

Azul...
Azul...

CARMEN GÓMEZ MENÉNDEZ

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